miércoles, 20 de marzo de 2013

Como las aves...

Como siempre salí de mi casa con el tiempo en contra para llegar al trabajo. Apurando el paso en las 6 cuadras que separan mi casa del paradero del bus, a 100 metros antes de llegar, vi un pichoncito en la vereda. Estaba arrimado a la pared, de la cual colgaban unos arbustos muy tupidos llenos de ramas. Lo vi y pasé de largo, medio segundo después escuché los chillidos desgarradores de un pajarraco más grande: Era la madre, estaba gritando y agitando las alas desde el arbusto. Traté de seguir pero la curiosidad me venció y di media vuelta: Vi otro pájaro, algo más grande, volando a la altura del suelo, imagino que sería el padre. Ambos animales estaban histéricos, el pichón no hacía otra cosa más que mirarlos, mientras uno de los padres trataba inútilmente de levantarlo al vuelo y el otro desde el nido daba alaridos como queriendo indicarle lo que debe hacer (Por eso supongo que sería la madre jeje).
No pude seguir adelante, con la hora encima, mi ropa de oficina y mi botella de agua en la mano, me di media vuelta. Dejé la cartera y la botella en el suelo y me propuse atrapar al pichón caído para devolverlo al nido. ¿Alguna vez han intentado atrapar a un pichón? Es lo más difícil del mundo, se resbala de las manos como si fuera jabón y su incipiente vuelo es suficiente para volverse el ser más escurridizo. Finalmente lo acorralé en la puerta de la casa a la que pertenecía el arbusto. Lo cogí con las dos manos mientras los padres no paraban de gritarme desde lo alto del nido. Era ensordecedor. Perdí la paciencia y les grité ¡Se los voy a devolver!! como si pudieran entenderme... aunque no se si finalmente lo hicieron porque me subí al muro para alcanzar el nido y no pude, así que dejaron de gritarme y empezaron a ayudar, al menos con su silencio para dejarme pensar. Se me ocurrió dejar al pobre bicho en unas ramas más cercanas a mi ubicación para que pudiera dar saltitos hasta el nido. Lo hice, lo dejé a 30 cm. de su nido, ahora dependía de el. La madre empezó a llamarlo con grititos más agudos mientras que el otro pájaro se introdujo también en el arbusto. El pichón parece que entendió las indicaciones ya que se puso a saltar de ramita en ramita. Yo me decía "Ya está, vete", pero no pude irme hasta confirmar que llegaría al nido. Y así lo hizo, o eso creo ya que se introdujo en el arbusto hasta que se perdió de mi vista, los padres igual y no volví a escuchar más gritos. 

Tal vez sea lo más soso y cursi del mundo, pero me alegró la mañana. Ayudé a esa pequeña familia de animales, la que no se destruyó gracias a que decidí dar media vuelta. Ver a un par de bichos volverse así de locos por la posible perdida de su bebé, me hizo sentir mucho amor hacia ellos. Espero sentir el mismo amor algún día por mis congéneres homo sapiens que permiten que a sus bebés los derritan con ácidos o que los corten en pedazos dentro del vientre por una cuestión de "elección" en nombre de una sociedad más "civilizada". Por el contrario, deseo que algún día seamos siquiera como las aves...

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