domingo, 20 de febrero de 2011

Democracia: Cuando las minorías mandan


Esta semana se generó -una vez más- un controvertido debate sobre los derechos de los que optan por una opción sexual diferente a la de la mayoría. Esto a razón de la manifestación que realizara el MHOL -  Movimiento Homosexual de Lima, frente a la Catedral, en plena Plaza de Armas y que fuera crudamente reprimida por las autoridades. La acción llamada "Besos contra la homofobia" fue eso, besos. Besos entre parejas del mismo sexo, a media tarde en un espacio público y especialmente en la gradería del mayor edificio de culto católico del Perú. Este intentó ser un acto simbólico sobre el derecho de los gays a expresarse como cualquier heterosexual lo haría en un espacio público. Pero ¿Hasta qué punto su aceptación es un derecho sin que se convierta en un deber para el resto?

He aquí mi primera observación. Está claro que nadie debe ser perseguido ni discriminado por opinar, pensar, actuar o creer en algo diferente. Las minorías políticas, religiosas, sexuales y étnicas están amparadas en este derecho constitucional. Negarlo o disminuirlo iría contra el principio democrático y el estado de derecho en el que nos enorgullece vivir. Pero de qué forma se puede hablar de "democratización" de los derechos cuando se fuerza a una sociedad a aceptar los de una minoría en agravio de los de la mayoría.

Veamos. Estamos en un país cuya población profesa en absoluta mayoría la fe cristiana y dentro de esta, gana por rotunda mayoría la confesión católica. Esto quiere decir que la sociedad en pleno comparte el mismo sistema de valores y defiende a capa y espada un código de ética y conducta, con matices de forma mas no de fondo.

Si estuviéramos en un gobierno totalitario o fascistoide, la minoría sexual que nos atañe no tendría derecho a existir, pero existe. No tendría derecho a proclamar su opción, pero la proclama. No tendría derecho a expresar su opinión y creencias mediante los medios de comunicación, pero la expresa y mucho. A pesar de esto, el MHOL, los colectivos LGBT y demás agrupaciones no cesan en acusar su falta de derechos y la persecución sistemática de su forma de vida. Estamos ante un santo Tomás que ve y no quiere creer.

Por otro lado, la democracia que gozamos ha servido de poco o nada para el ciudadano de a pie que aún clama por reformas laborales y sociales, que aún no ve un cambio en el nivel educativo que el Estado Peruano le ofrece a sus hijos, ni las mejoras salariales que vienen prometiendo izquierdas y derechas desde hace 20 años. No vemos las tan necesarias reformas del poder judicial, de la infraestructura vial ni de la salud pública. Aun así nos obligan a creer que estamos en Democracia. Y lo creemos. Aunque no se haya avanzado más de unos metros en la kilométrica carrera por alcanzar una calidad de vida óptima para el "Demos", el pueblo. Este pueblo peruano es el santo que no ve pero cree.

A pesar de este estancamiento, nos llueven otro tipo de reformas, catalogadas por los medios de muy "primermundistas", que garantizan el libre atentado contra las creencias de la mayoría. Se reforma la constitución para asegurar el trato igualitario de quienes deciden no ser iguales. Se garantiza la libre ofensa contra la esencia moral de la mayoría por parte de la minoría sexual que esta cansada de ser ofendida. Se garantiza la libre intolerancia contra la confesión absoluta de un pueblo que debe aceptar -y acepta- lo que para su sistema de valores son conductas enfermas y degeneradas. Ironía pura y dura.

Repito por ello mi primera observación: ¿Podemos hablar de "derecho" a imponer la aceptación de una conducta que va contra los principios de la mayoría? ¿Contra la susceptibilidad ética y moral? ¿Que pasaría si una agrupación islámica celebrara el cumpleaños de Bin Laden en las ruinas del World Trade Center? ¿O que un grupo de satanistas ejercieran su derecho a la libre expresión en la Plaza de San Pedro? ¿O que se celebrara un concurso de Miss Trasero en Bikini en una mezquita de Teherán?. No comparo a un gay con un extremista islámico, aunque para un cristiano de a pie sea algo peor que eso. Solo trato de decir que se debe hacer una diferenciación entre libre expresión y provocación. 

He aquí mi segunda observación: Los gays buscan ya no la aceptación, sino la distorsión misma de la realidad para su conveniencia. Me explico. Claman por ser vistos como normales, cuando nada en su comportamiento lo es. Los heterosexuales no celebran su sexualidad en un "Día de orgullo". Los homosexuales sí. Los heterosexuales no realizan demostraciones eróticas frente a edificios de culto religioso, ellos sí. Los colectivos gays hablan sobre los arcaicos modelos de aceptación social y su modificación en bienestar de su minoría. Sin embargo imitan justamente esos modelos, como es el caso de la institución del "matrimonio" o la "familia". Desean casarse de blanco y tener niños. ¿Por qué no desean una vida sexualmente discreta como el resto? O quieren ser normales o no quieren serlo. Entiéndase que para las sociedades occidentales en general, y latinoamericanas en particular, los homosexuales son personas con derecho a existir y gozar del mismo trato en el desenvolvimiento de su vida en sociedad. Pero nada más. Son anormales con derecho a serlo y el resto con el deber de callarse la boca. Viven en una utopía de aceptación y respeto que sus antecesores de hace tan solo dos o tres décadas atrás sólo soñaron. Pero para ellos no es suficiente. 

Para que se me entienda: Son gente que cree que 2+2 es igual a 5. Lucharon porque las leyes amparan su derecho a creer que 2+2 es igual a 5 sin que nadie los moleste y ganaron, aquí y en buena parte del mundo. Y no contentos con ello ahora buscan, ya no que la gente respete el hecho de que existan personas que creen que 2+2 igual 5, sino que buscan hacer que toda la sociedad acepte que 2+2 igual 5, o a 4, o a 2. Y quienes no acatan esta imposición, son intolerantes. 

Un ejemplo concreto fue allá por el 2007 cuando se cerró la discoteca gay "Down Town" y todo el colectivo homosexual cerró filas contra lo que consideraban un caso de homofobia por parte de la Municipalidad de Miraflores. El hecho REAL de que esta municipalidad cierre locales tanto como yo cierro la puerta de mi casa tenía poco que ver, ni que el local hubiera incurrido en faltas tributarias, ni que el  nivel de decibeles que producía fuera ilegal e insano para la vecindad. Ninguna REALIDAD venía a cuento aquí. El meollo del asunto era que ellos eran gays y que se los clausuraba porque se les odiaba. La igualdad ante la ley aquí no aplicaba para ellos. Lo mismo si la policía hace una redada contra la prostitución. Si arrestan a meretrices femeninas, pues nadie se entera o apenas hace ruido, pero si las/los meretrices eran travestís se trata de homofobia por parte del serenazgo o la fuerza policial. Luego de estos casos se desprenden campañas y escuelas de sensibilización en "derechos humanos" a los agentes de Serenazgo. Cursos y escuelas que serán pagados por la ciudadanía. La igualdad se escapa del discurso "homo" cuando les conviene. El trato preferencial que exigen se ha vuelto una imposición que debe ser acatada para no caer en el agravio de ser tildado de homofóbico, extremista, intolerante o gay reprimido. 

Este domingo terminó el segundo -y esta vez exitoso- acto de "Besos contra la homofobia" llamada La Reivindicación. Otra vez el trato preferencial del que gozan obligó a que la fuerza policial sólo observara la manifestación en medio de la Plaza de Armas, que por ley se tiene como zona rígida para cualquier tipo de manifestación (no gay). Celebro que terminara la fiesta en paz y que esta vez escogieran la pileta central y no el atrio de la catedral para expresar su -ilegal- manifestación.

La paradoja política de la Democracia de la minoría se palpa en cada rincón de nuestra moribunda sociedad. Muchos lo consideran un avance, pero esta servidora lo ve como un hecho tan retrógrado y nocivo como si se tratara de la vuelta al poder de la minoría oligárquica latifundista criolla que gobernó en el Perú sobre la gran masa popular hasta bien entrado el siglo XX . Tal vez se acerque la hora en que suba un Augusto B. Leguía gay que las nuevas minorías privilegiadas del siglo XXI necesitan para terminar de consolidar su dominio sobre el pueblo. ¿Quién sabe?